martes, abril 01, 2008

Silvina Ocampo*: La soga

A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Estos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera. Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos, después un pasamanos, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de serpiente maligna y retorcida que los dos hubieran podido trabajar en un circo. Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga.”
La soga parecía tranquila cuando dormía sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se le acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire, como los discóbolos o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse mejor.
Si alguien le pedía: "Toñito, prestame la soga, el muchacho invariablemente contestaba: "no".
A la soga ya le había salido una lengüita, en el sito de la cabeza, que era algo aplastada, con barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón.
Toñito quiso ahorcar un gato con la soga. La soga se rehusó. Era buena.
¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes... Toñito decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua. La bautizo con el nombre Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos Prímula.” Y Prímula obedecía.
Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución de colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas.
Una tarde de diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el mundo lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella vez la soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedioó. La cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le clavó la lengua a través de la blusa.
Así murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con los ojos abiertos.
La soga, con el flequillo despeinado, enrosacada junto a él, lo velaba.
*Escritora argentina nacida en Buenos Aires (1903-1994).

5 comentarios:

ALBERTO NAVERO dijo...

Estimada Poeta, he visitado por accidente su blogs y quedo maravillado por tanto material interesante de su bello país.
Gracias por su esfuerzo y amor a las letras
Saludos cordiales
A. Navero

Blog del amasijo dijo...

Querido Alberto, gracias a vos por tu mensaje. Si te parece mandáme el material que vos quieras para subirlo a mi blog.
Un abrazo, y otra vez gracias.

Anónimo dijo...

Hola María del Carmen! encontré esto en tu blog! ay! me encantó y me dio escalofríos las dos cosas, besos

Marianela

Eva dijo...

Hola María del Carmen: ¿Puede ser que haya otra versión mucho más edulcorada y que pierde fuerza escrita por la misma Silvina Ocampo? La tengo en un libro de lectura para secundaria. Cuando busqué el cuento por acá encontré sólo esta versión, que por cierto es mucho mejor. Besos.

Eva dijo...

Podés borrar el comentario, ya encontré en el portal de educ.ar que existen dos versiones, una para niños que es la que aparece en el libro de lectura (igual voy a darles esta que es mucho más efectiva a mi gusto)
Besos!