jueves, agosto 29, 2013

Héléne Cixous: Tres fragmentos...







"Cómo no habría deseado yo escribir? Puesto que los libros se apoderaban de mí, me transportaban, me traspasaban hasta las entrañas, me hacían sentir su poder desinteresado; puesto que me sentía amada por un texto que no se dirigía a mí, a ti, sino al otro; atravesada por la vida misma, que no juzga, que no elige, que toca sin señalar: agitada, arrancada de mí, por el amor? (...) esto fue lo primero que supe: que la vida es frágil y que la muerte tiene el poder. Que la vida, ocupada como está en amar, en incubar, en mirar, en acariciar, en cantar, se encuentra amenazada por el odio y la muerte, y que tiene que defenderse. (...) Entonces, cuando lo has perdido todo, no hay más camino, no hay más sentido, no hay más signo fijo, no hay más suelo, no hay más pensamiento que resista otro pensamiento, cuando estás perdida, fuera de ti, y continúas perdiéndote, cuando devienes el movimiento enloquecedor de perderte, entonces es por ahí, desde ahí, donde eres trama despedazada, carne que deja pasar lo extraño, ser sin defensa, sin resistencia, sin barra, sin piel, completamente abismada de otra, es en esos tiempos jadeantes cuando escrituras te atraviesan, eres recorrida por cantos de pureza inusitada, porque no se dirigen a nadie, brotan, surgen, fuera de la garganta de tus habitantes desconocidas son gritos que la vida y la muerte arrojan al combatirse. (...) Hay posibilidades que no surgieron nunca. Otras totalmente imprevistas que nos ocurrieron una sola vez. Flores, animales, artefactos, abuelas, árboles, ríos, nos atraviesan, nos cambian, nos sorprenden. Escribir: primero soy tocada, acariciada, lastimada, después busco descubrir el secreto de ese tocamiento para extenderlo, celebrarlo y transformarlo en una caricia distinta."
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“Doy a luz. Me gusta dar a luz. Me gustaban los partos -mi madre es partera- . Siempre me agradó ver parir a una mujer. Parir “como se debe”. Llevar a cabo su acto, su pasión, dejándose llevar, pujando como se piensa, medio empujada, medio manejando la contracción, esa mujer se confunde con lo incontrolable que ella hace suyo. ¡Su bella potencia, pues! Parir del modo en que se nada, gozando de la resistencia de la carne, del mar, trabajo del soplo en el que se anula la noción de “dominio”, cuerpo a su propio cuerpo, la mujer se sigue, se une, se desposa. Está ahí. Entera. Movilizada, y es de su cuerpo que se trata, de la carne de su carne. ¡Por fin! Ella es esta vez, entre todas, de ella misma, y si se quiere así, no está ausente, no está fugándose, puede tomarse y darse a ella misma. Al mirarlas parirse, aprendí a amar a las mujeres, a presentir y desear la potencia y los recursos de la feminidad; a sorprenderme de que semejante inmensidad pueda ser absorbida, tapada, en lo cotidiano. A quien yo veía no era a la “madre”. El niño sí, la mira. Yo no. Era a la mujer en el colmo de su carne, su goce, la fuerza por fin liberada, manifiesta. Su secreto. Si te vieras, ¿cómo no te amarías? Ella pare. Con la fuerza de una leona. De una planta. De una cosmogonía. De una mujer. Ella toma su fuente. Tira. Riendo. ¡Y tras las huellas del niño, una ráfaga del Soplo! ¡Un ansia de texto! ¡Confusión! ¿Qué le pasa? ¡Un niño! ¡Papel! ¡Ebriedades! ¡Yo desbordo! ¡Mis pechos desbordan! Leche. Tinta. La hora de la mamada. ¿Y yo? Yo también tengo hambre. ¡El sabor de la leche de la tinta!”
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“¡Suéltate! ¡Suelta todo! ¡Pierde todo! Toma aire. Hazte mar adentro. Hazte de la letra. Escucha: nada ha sido hallado. Nada se ha perdido. Todo está para buscarlo. Anda, vuela, nada, salta, corre, cruza, ama lo desconocido, ama lo incierto, ama lo que aún no fue visto, ama a nadie, que tú eres, que serás, déjate, libérate de las viejas mentiras, atrévete a lo que no te atreves, ahí es donde gozarás, haz siempre tu aquí de un allí, y alégrate, alégrate del terror, síguelo por donde tienes miedo de ir, lánzate, ¡es por ahí! Escucha: no le debes nada al pasado, no le debes nada a la ley. Gana tu libertad: devuelve todo, vomita todo, dalo todo. Dalo absolutamente todo, óyeme, todo, da tus bienes, ¿de acuerdo? No te guardes nada, aquello que te importa, dalo, ¿entiendes? Búscate, busca el yo, revuelto, numeroso, que serás siempre más adelante, y fuera de un sí, sal, sal del viejo cuerpo, libérate de la Ley. Déjala caer con todo su peso, y tú, corre, no mires atrás: no vale la pena, detrás de ti no hay nada, todo está por llegar.”

*Héléne Cixous, La llegada a la escritura, Amorrortu, Bs. As., 2006.


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